Lo restaurado

Cuando de algo se afirma que ha sido restaurado deja siempre en el aire una sensación de debilidad, de deterioro, de pena, de pérdida de valor, de algo venido a menos, de remiendo. Y si se afirma de una obra de arte da la sensación de que ya es menor arte y mas obra. Sin embargo, restaurar es volver a estrenar, es llevar al origen, es devolverle el esplendor primero, es recrear la primitiva idea del autor… ¿será por eso que es restaurar el verbo que del diccionario me gusta mas?

Lo raro

Lo raro se busca, sin embargo, la rareza se detesta. El adjetivo raro aplicado a las cosas es sinónimo de original, de insólito, de inaudito, de único, de pieza de museo, sin embargo, aplicado a las personas es equivalente a desastre, desordenado, alterado, perturbado, complicado, deleznable, estúpido… Me quedo con la expresión a secas, así sencillamente, “lo raro”. Pues lo raro, encontrar lo raro, localizar lo raro es la motivación sublime del coleccionista.

Lo feo

Hemos crecido inmersos en una sociedad que todo lo define y a todo le pone un nombre, en donde todo tiene un precio y en donde todo es catalogado, y por lo mismo, encasillado. Así ha ocurrido con lo feo. Y se ha tenido por feo a lo no acorde con los cánones culturales de belleza de la época, a lo mal hecho, a lo mal creado. Sin embargo, lo feo, lo bonito no son sino conceptos sólo en la mente del que mira, apreciaciones subjetivas, pues el Creador fue igual de original con lo uno que con lo otro. Nada es feo, nada es bonito, todo es según el cristal con que se mira.

Lo pequeño

Afirmar de algo o de alguien que es pequeño no lo estamos contraponiendo a lo grande, a lo fuerte, a lo enorme, no lo estamos poniendo en evidencia de nada. Decir que algo es pequeño o que alguien es pequeño es más bien sinónimo de sencillez, de humildad, de sinceridad, de valía. Afirmar la pequeñez de alguien, aunque parezca una paradoja, es resaltar su grandeza, su autenticidad, sus valores, su santidad, su coherencia. Resaltar la pequeñez de algo equivale a reconocer su identidad, su exacto tamaño, su auténtica realidad. En lo pequeño radica el núcleo de lo grande. Alguien lo dijo así: “quien es de fiar en lo pequeño es de fiar para encargarle lo sublime”. ¡Bendita humildad!

Lo caro

Cuando se dice coloquialmente que algo es caro no se está afirmando que sea algo en contraposición a lo barato, a lo que vale poco o a lo que sirve para poco. Lo caro tampoco es sinónimo de excesivo, de inalcanzable. Es más bien sinónimo de valioso, de calidad, de selecto, de virtuoso. Nos echa para atrás cuando nos dicen que algo es caro, pero eso mismo aumenta nuestro deseo de tenerlo, de adquirirlo, de poseerlo. A mayor precio mayor deseo, a mayor valor mayor esfuerzo por alcanzarlo. Ciertamente cara es la vida, cara es la santidad, cara la honestidad, cara la virtud, pero ¡cuanta satisfacción da el poseerlas!

Lo seco

Lo seco no es lo contrario de lo vivo sino de lo verde, de lo blando, de lo tierno. Cuando algo deja de estar o de ser verde se endurece, se seca, pero no siempre lo seco es carencia de vida. A veces lo seco es más bien sinónimo de plenitud, de madurez, de fertilidad. Lo seco no refleja lo muerto, lo inerte, refleja mas bien la consistencia, la robustez, el apoyo, lo sólido, lo perenne. Es verdad que a este estado no se llega sin dolor, sin desangrarse, sin lágrimas… pero este dolor es, casi siempre, dolor fértil ¡como el grano de trigo que cae en tierra y muere…!

Lo amargo

Lo amargo no es algo incompleto, algo al que le falte azúcar, miel o la sacarina de la bondad. Lo amargo tiene identidad en sí mismo. Lo amargo, amargo es. Y siendo amargo, en su amargor (que no amargura) tiene su encanto, tiene su belleza, incluso puede llegar a ser un manjar. Lo amargo no es sinónimo de dañino ni de veneno, aunque el veneno casi siempre sea amargo. Pero no lo es por amargo sino por lo que esconde bajo el amargor. Cuando he vivido lo amargo como amargo (sin aditamentos) me ha hecho mucho bien.

Lo árido

Lo árido no es sinónimo de seco, ni es lo contrario a lo húmedo. Es más bien sinónimo de estéril, de desierto, de desolación, de inhabitable. A lo árido no se le ha regalado ningún adjetivo positivo ni ningún halago que le ablande su dureza. Sin embargo, es desde la aridez desde donde mejor se plantea la necesidad de búsqueda, desde donde se ve más rápido la necesidad de una salida, ya que es el lugar donde nadie quiere instalarse, desde el cual todos quieren salir. ¡Qué bueno y saludable fue, es y será pasar por una etapa de desierto, de aridez!

Lo verde

Se ha asociado, mas en nuestra cultura que en otras, con lo feo, con lo sucio… Así, a un viejo se le llama “verde” por sus lujurias, o a un chiste o broma por su morbo sexual. A lo verde se le ha relacionado también con lo inmaduro, con lo no terminado de hacer, con lo no definitivo. Sin embargo, lo verde es lo propio del nacimiento, de la vida, de lo natural, de la naturaleza, de todo un mundo por delante, de todo un futuro por hacer. ¡Lo verde me da esperanza, lo verde me da paz!

Lo negro

Tiene mala imagen lo negro. Se le ha asociado a tiniebla, a sombra, a noche, a oscuridad, a muerte, a miedo, a segregación, a esclavitud, a trabajo duro, a secuestro, a cárcel, a cuervo, a carroña. Lo negro se ha asociado también a pecado y a desgracia. Sin embargo, lo negro es distintivo de elegancia, de respeto, de seriedad, de formalidad, de distinción… porque lo negro, ya sea en vestido, prenda o acontecimiento, educa, madura, fortalece. Cuando uno quiere quedar bien use el oscuro y encontrará el premio de la aceptación. Use el vestido oscuro de la humildad y en él encontrará el brillo del reconocimiento. ¡Qué hubiera sido de mí sin los frutos de lo oscuro!

Lo dulce

Lo dulce no es lo contrario de lo amargo, sino lo sublime de  lo bueno, lo atractivo de lo noble, lo excelso de lo agradable. Lo dulce es lo normal hecho extraordinariamente, es lo cotidiano hecho solemnidad. Es lo contrario a la rutina, a la mediocridad, a la tibieza. Lo dulce es el atractivo de lo perfecto, de lo madurado. Es el resultado de la constancia. Y la constancia, que es un caramelo al alcance de pocos, yo he tenido la suerte de saborearlo.

Lo amarillo

Todo lo amarillo me mueve a la vida, me motiva el sentimiento, me suscita calor en el ama. Amarillo... El sol así lo parece. El girasol lo refleja. El fuego lo representa. La rosa lo enseña. El atardecer lo destaca. La madurez en los frutos lo delatan. Los canarios lo tienen por vestido. Los trigales, en su alfombra ocre, nos avisan su disponibilidad para la molienda... El amarillo... Ese color de luz, de sol, de Dios, de vida, de yema, de postre. El amarillo... color de perdón, color de regalo, color de amistad. El amarillo, el color de mi fidelidad, los pétalos de mi girasol.

Lo crudo

Siempre se ha opuesto lo crudo a lo bien elaborado, a lo cocido, a lo madurado. Se ha llamado crudo a algo para afirmar que no sirve o sirve poco. Sin embargo, lo crudo habla de creación, de inocencia, de autentico, de sencillez... Lo crudo es lo natural, lo primero, lo original. Lo crudo siempre puede ser elaborado y cocido, no así al revés. Hoy me siento agradecido por todo lo que en la vida se aprende cuando uno se encuentra con las cosas en estado puro, sin pervertir, con la cara descubierta, sin maquillar. Con lo crudo, sin más.

Lo inmediato

Nacen frecuentemente deseos, pasiones e incluso aspiraciones lícitas en el ser humano que le resultan arduo difícil esquivar y no satisfacer, como le ocurre al animal sediento frente al brocal de un estanque. La sed le atenaza y le hace dar una y mil vueltas por sus muros buscando la manera de saciarse... Y hasta es posible que se rinda lanzándose al agua. Hoy agradezco esos apetitos, esa sed apasionada, pero más agradecido estoy de los que me han mantenido en el muro.

Lo inevitable

La queja se ha ido haciendo hueco en nuestra sociedad y en nuestros hábitos desde hace unos años a esta parte, aunque me parece que ha convivido siempre con el ser humano, por lo que afirman historiadores, antropólogos, psicólogos... Aprovecho estas cinco líneas de hoy para mostrar mi agradecimiento por las cosas y acontecimientos que he vivido, aunque ni las he buscado ni las he podido evitar, pero gracias a las cuales he madurado un poco mas cada día.

Lo normal

Hemos llegado a un momento de la historia en que lo normal no es precisamente lo sujeto a la norma sino mas bien lo contrario. Esto nos lleva a confusiones y, a veces, a enfrentamientos. Sin embargo lo normal sigue siendo necesario, pues es la única manera de que la vida transcurra con "normalidad". Desde aquí doy gracias a todo, pero especialmente a todos los que hacen y dicen las cosas con normalidad. Eso les hace normales y nos hace normales y eleva lo normal a categoría.