En el horizonte se desplegaba un esplendoroso amanecer. Los rayos del sol bailaban sobre el mar, creando destellos brillantes que acariciaban el paisaje. Cada centelleo era como una promesa de esperanza que iluminaba el corazón. Aquel brillo intenso invitaba a contemplar la belleza oculta en cada instante de la vida. ¡Cuánto anhelaba ser como aquellos rayos luminosos, capaces de traer alegría y resplandor a los demás! Buscaba convertirme en un faro de luz, guiando a otros hacia caminos iluminados. El brillo no solo radicaba en el exterior, sino también en el interior, donde el amor y la bondad resplandecían.