Lo pasado

Quizás te pase alguna vez, que traes a tú memoria, con cierta frecuencia, cosas ya pasadas, acciones equivocadas del camino de tu vida, pecados ya confesados… y me parece oírte hasta los argumentos. ¿Cómo pudo ocurrirme aquello a mí? ¿Él me perdonará? ¿Él perdonará a quien me hizo aquello o lo otro? Estos razonamientos son responsables, sinceros, y tienen matices de seriedad, pero… ¡Él tiene poder para convertir las heridas de la vida en signos luminosos, en historias de salvación!.

Lo perdonado

Me agrada la gente perdonada, la que ha saboreado el don del perdón, me llevo bien con ellos… porque es desde abajo desde donde uno llega a entender al que peca… Entiendo mas y me siento mas cercano con los que piden perdón que con los que perdonan… porque el que pide perdón siempre estará agradecido del perdón recibido, mientras que el que perdona no suele olvidarse de la cara del ofensor ni de la ofenda que le hicieron. Aún así soy de los que piensan que el perdón tiene que ser vía de dos direcciones.

Lo superficial

No resulta cómodo ni suena bien en los oídos cuando “superficial” se usa como calificativo de una persona, de un escrito, de un sermón, de conferencia o de un personaje… Suele ser sinónimo de frivolidad, de vacío, de insustancial y de algo o alguien trivial e intrascendente. Hasta aquí, cierto todo. Pero merece la pena no olvidar que si “lo superficial” lo juntamos a pena, a dolor, a herida, a accidentes, contratiempos o rasguños… ¡es verdaderamente una suerte!.

Lo hecho

Para llegar al día de hoy has tenido que remar mucho, trabajar bastante, fracasar algunas veces, sufrir de vez en cuando, remontar casi siempre… Has hecho mil y una cosas, has cruzado dos mil y un valles, has vadeado tres mil y un ríos… Es tanto lo que has vivido que difícilmente se podría cuantificar. En el mercado de la vida no tiene precio. ¡Ahora es el momento de seguir avanzando!. Acuérdate de lo que Él dijo: “el que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no es digno…”

Lo sucio

Casi todo y casi todos nos vamos ensuciando con el paso del tiempo (un balón, la persona, una casa, un retablo, un coche, una camisa…). Y unido a la suciedad suele venir emparejado el envejecimiento, el deterioro, los achaques… porque los golpes, el roce, el uso, los fallos, el desgaste y la rutina suelen irse apoderando de las cosas y de las personas y lo van estropeando todo… hasta a las mismas ilusiones, pasiones, entusiasmos y enamoramientos. Por eso “el de arriba” no se hizo de rogar y vino a “hacer nuevas todas las cosas”.

Lo aguantado

No tiene buena prensa el verbo aguantar. Es un verbo muy sensible. Parece estar unido a debilidad, derrota, depresión, bajamar… Sin embargo, el aguante no es debilidad, ¡es fortaleza!. Sólo del que aguanta se puede esperar lo mejor, sólo el que aguanta puede llegar a ser obra de arte. Sólo se llega a ser valiosísima pieza de museo cuando la arena de sílice, el carbonato de sodio y la caliza se dejan calentar a 1 500 °C. Sólo así se obtiene el preciado cristal de bohemia o el famosísimo cristal veneciano. Y sólo el que aguanta podrá llegar al pórtico de la gloria.

Lo terminado

Se da por terminado a lo que ya ha llegado a su fin, a lo que ya ha concluido, a aquello cuyas puertas se han cerrado. También, a lo que no tiene continuación. El fin de un proceso. Sin embargo, “lo terminado” dice mas de satisfacción, de plenitud, de gozo por haber llegado o por haber logrado la meta y el objetivo propuesto. Me da la razón la Palabra: cuando Él terminaba de crear algo, se sentaba, descansando, a contemplarlo. “Y veía que era bueno”.

Lo íntimo

Lo íntimo es todo ese maravilloso mundo escondido de infinitas posibilidades. Es el mayor generador de energía y, a la vez, el mayor e insólito criadero de ilusiones. Lo íntimo es la desnudez mas absoluta, que unas veces necesita del silencio para protegerse y otras de la palabra (hablada, escrita o gestuada) para respirar. Es, a través de esos medios, cómo “lo íntimo” rompe su soledad. Aunque no siempre lo hace viable, es capaz de mover montañas, remover obstáculos, cambiar vidas o llevar a estas en volandas.

Lo dicho

Lo dicho, lo hablado, lo conversado, lo publicado… la palabra, indefinitiva, es la puerta entre nuestro mundo interior y los demás. La palabra rompe las rejas de la prisión interior y posibilita la libertad del encuentro. La palabra es creadora de sueños, de ilusiones, de proyectos. La palabra modifica conductas, despierta apetitos, suscita vocaciones. La palabra es una fuente inagotable de creación. Pero ¡cuidado! tiene tanto poder que en bocas imprudentes... Así lo dice la Palabra: “Al que mide sus palabras le irá bien”.

Lo natural

Así, sin más, suena a espontaneidad, a simple, llano, incluso como sinónimo de usual y frecuente. Natural suena también a sencillez y naturalidad. También se usa en sustitución de normal y de corriente. Pero no podemos olvidarnos que “lo natural” es todo lo que tiene su origen en el Creador, sea mineral, vegetal, animal o persona. Y que su esencia es la bondad. Así lo refiere la Palabra: Cuando Él iba terminando de crear cada cosa “veía que era buena”.

Lo gracioso

Cuando decimos que algo o alguien es gracioso pudiera parecer que nos estamos refiriendo a algo divertido, al que tiene cierto atractivo personal, a lo simpático, incluso como sinónimo de chistoso o de agudeza. Sin embargo, lo gracioso está mas cerca de gratis que de sutil, está mas cerca de originalidad que de chiste, está mas cerca de santidad que de diversión. Lo refleja la Palabra refiriéndose a una mujer buena: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.

Lo muerto

Cierto que todo lo que nace muere, por tanto, todo lo que ha nacido morirá. Pero no podemos obviar que todo lo que nace lo hace con posibilidad de dar mas vida, de pro-crear nuevas vidas, de ser el origen o el medio a través del cual se perpetúe la especie. Incluso después de muerto, o necesariamente, después de muerto. Así lo refiere la Palabra: “Os aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.

Lo encogido

Tiene poca aceptación todo aquello a lo que uno le añade este vocablo. Como si se tratase de algo o de alguien de poco valor, o de que lo tuvo pero lo perdió. Se le asocia con apocado. Incluso hace pensar en cobardía, timidez... Sin embargo, "lo encogido" lo es porque solo mantiene replegada su grandeza.