miércoles, 12 de febrero de 2014

Lo enfermo

No tiene buena acogida la enfermedad, más bien produce el efecto contrario. Repele todo lo que suene a enfermedad o lo que nos lleve a pensar en ella. Por el contrario, pedimos, rogamos, suplicamos, hacemos kilómetros, programamos dietas, hasta severas, y gastamos todos los bienes… buscando la salud. Sin embargo, lo que realmente saca lo mejor de nosotros, eso que llevamos más puro en los adentros, no es lo sano sino lo enfermo. La compasión, la misericordia, la paciencia… nacen y crecen a orillas de la enfermedad. “Dichosos los sufridos” llegó a decir Él.