Mientras que para unos “lo enterrado” es sinónimo de muerte, de basura… y para otros lo es de olvido, de alivio o de descanso… Sin embargo para tantos es signo de vida, de germinación, de gestación, de esperanza, de resurrección. Lo enterrado es transformado, milagrosamente, en semilla de nueva vida. Así es con todo lo vegetal, con el agua, y… ¡y con el Hijo del Creador!. Asimismo lo dice la Palabra: “Si el grano de trigo no es enterrado y muere, no podrá nunca dar fruto!”