Suele ocurrir que, cuando alguien no es nada y se siente  nadie, es siempre de algún lugar. Es también habitual que, cuando alguien no  tiene méritos por si mismo, se agarra al lugar de nacimiento o a la profesión  que ejerce o a la religión que profesa o hasta el modelo de vestido que lleva o  al peinado que luce, para presumir. Y también, cuando alguien no tiene de que  presumir, presume hasta del reloj que lleva en su brazo. Pues yo te digo, y así  lo dice la Palabra: “Tú eres valioso a mis ojos, eres honorable y yo te  amo; no temas porque yo estoy contigo”.