Cuando a un equipo de fútbol le expulsan uno, dos o tres jugadores, que puede darse el caso, seguro que el resto, en lugar de derrumbarse, duplica sus fuerzas, aumenta su motivación, no mide el cansancio, mira menos para atrás, la unidad se ve fortalecida, y el celo por ganar se triplica… Y aún, a sabiendas que, la realidad le dice que tiene el partido perdido, no se resigna a bajar los brazos, a que alguien pudiera decir que no luchó, o que no lo intentó. Algo así es la gracia que Él regala y pone en el corazón de quien de Él se fía.