La materialidad y el ejercicio desnudo del trabajo no plenifica a nadie. Ni siquiera la continuidad honrada en el mismo deja huella gratificante en el obrero. El trabajo por si mismo no tiene esencia de consuelo. Se necesita una sintonía profunda y afectiva con el trabajo para que sea eficaz y satisfactorio. Sólo así se logrará tener capacidad de dedicación, crecerá la gratuidad y aumentará el agradecimiento. Pero sería aconsejable siempre sintonizar antes con Él, que es quien anima el trabajo y al trabajador.